Del
espíritu alborotador y movilizante de la "Belle Époque" se nutrió la
inspiración que hizo posible que Alice y Eugéne Blum fundaran en 1911
la manufacture Ebel en la Chaux-de-Fonds, corazón de la Suiza relojera.
Los valores del arte y la artesanía se unieron pare dar lugar a la tradición
Ebel, una maca que ha cosechado a lo largo de su historia importantes
galardones, como la Medalla de Oro de la Exposición National Suiza de
Berna (1914), o el Primer Premio en la categoría "Relojes joya" en Suiza
(1961). la Villa Turque, una de las principales obras de Le Corbusier,
es hoy el corazón mismo de la empresa, de donde surgen nuevos pensamientos
a ideas.
Allí, los maestros relojeros de Ebel seleccionan cuidadosamente el material
y colocan cada parte del reloj, por pequeña que sea, de forma armoniosa
con las otras, porque el todo es siempre la suma de las partes. El compromiso
con la calidad, por el que se distingue Ebel, se expresa a través del
sello de calidad 100%. Hecho en Suiza, garantizando que todos los elementos
de sus relojes han sido acabados y controlados responsablemente en Suiza.
Con una garantía de cinco años y una red mundial de servicio, Ebel forma
una cadena perfecta con los relojes que salen de su mano hacia el cliente
en cualquier lugar del mundo. La maestría y el elevado refinamiento
de Ebel se distingue en cada una de sus colecciones, donde el más noble
arte de la relojería se une al exigente oficio del joyero en líneas
como Shanta, un reloj joya que se convierte en un exquisito brazalete.
El diseño vanguardista y atemporal de la colección Lichine propone unos
relojes únicos, con una genial caja que se prolonga en el brazalete.
El brillo del oro y las piedras preciosas forman relojes de ensueño
en la colección Beluga. Desde los llamativos extraplanos de la colección
Sport Classique, a los modelos 1911, el prodigioso muestrario de Ebel
incluye calendarios perpetuos, cronómetros y cronógrafos de una elevada
precisión y un estilo distinguido.